miércoles, 24 de septiembre de 2008

Los carrerinos tratan de derribar el gobierno. 23.03.1818

(Manuel Rodríguez en el uniforme de los Husares de la Muerte)

En la mañana del 21 de marzo comenzaron a llegar a la capital las prime­ras noticias del descalabro de Cancha rayada. Se decía que O'Higgins y San Martín habían muerto en la sorpresa y que los realistas marchaban rápidamente sobre Santiago. Se pensaba sólo en huir a Mendoza como en 1814, llevando los caudales del Estado y las ar­mas que pudieran recogerse. El coronel Luis de la Cruz mandaba en la capital por ausencia de O'Higgins. Fue entonces cuando los Carrerinos levantaron cabeza para aprovecharse de la alarma públi­ca. Un tumultuoso cabildo abierto, en el que prevalecieron aqué­llos, ungió a Manuel Rodríguez director supremo delegado junto a Cruz (23 de marzo). Los complotados sólo deseaban derribar al go­bierno constituido y adueñarse del poder.

Rodríguez desarrolló entonces una extraordinaria y desorgani­zada actividad, secundado por sus amigos y parciales. Convencido de la eficiencia de las fuerzas populares, hizo abrir la maestranza y distribuir fusiles y sables a todos los que quisieran tomarlos. Al mismo tiempo, organizó un cuerpo de caballería con el título de Húsares de la muerte, que tuvo por divisa una calavera de paño blanco so­bre fondo negro, significando la resolución inquebrantable de vencer o morir. Aunque bien armado, el regimiento carecía de uniformes y de disciplina, lo que unido al hecho de que todos sus oficiales perte­necían al antiguo bando carrerino, determinó después San Mar­tín a negarse a incorporarlo al ejército regular. Por esto no combatió en Maipo.


Por otra parte, la ingerencia de Manuel Rodríguez sólo duró horas, del 23 al 24 de marzo, día en que llegó O'Higgins a Santiago y reasumió el mando. La calma y la confianza volvieron a los espí­ritus.


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